El arte siempre es un campo bastante controvertido, incluso desde su misma base, puesto que se trata de plasmar de forma sensorial los pensamientos o sentimientos que sólo se producen en la mente y el alma de los artistas. Es por eso que se dice que el arte no sólo está en el ojo del que lo realiza, sino también en el que lo recibe, y que no es algo objetivo, sino que depende de cada persona, de lo que ella perciba que es una obra artística.
Así, la tarea de una galería de arte no es fácil: de hecho, es mucho más complicada de lo que el público pueda imaginar. No sólo se trata de presentar la obra de los supuestos artistas, los que se ponen la etiqueta o los que han sido etiquetados: también deben atraer el interés de los que potencialmente puedan llegar a ser sus usuarios. Una tarea bastante ardua, si tenemos en cuenta que el arte es una creación humana, susceptible de errores, y al que cada persona le da un sentido diferente e influenciado por sus pensamientos, creencias y códigos éticos. ¿Ves a dónde quiero llegar?
Porque, si para colmo, una de estas galerías apuesta por un tema controvertido ya de por sí fuera del mundo del arte, imagínate en lo que se convierte dentro de cuatro paredes, con multitud de voces para dar su opinión. Imaginemos, por ejemplo, un tema controvertido por excelencia en la historia del ser humano, sin importar época ni lugar: la sexualidad; y ahora, hablemos de la valentía de lo que se denominó “la galería de arte convertida en sala de cine XXX“, justo porque se atrevió a mostrar sin ambages la visión de una serie de artistas sobre el sexo y sus parafilias. Para empezar, te podrás hacer una idea de lo que se montó sólo con ver el titular que se creó a partir de la exposición. Y para seguir, háztela también sobre lo que pudo desencadenar en el público entendido, y también en el profano, las opiniones que pudieron surgir, y las comparaciones para bien o para mal que se pudieron crear. Lo dicho: una galería valiente, con unos dirigentes más valientes aún, y unos artistas que no tenían miedo a nada, incluso a que se los tildara de pornográficos.
Y es que, al parecer, cuando se relaciona a un artista con la pornografía, parece ser que se le rebaja, como si con eso se convirtiera en un artista de segunda o algo así. Entonces, tenemos a esta exposición que no sólo lastima algunas sensibilidades, sino que además hace referencia a las pelis porno, que al parecer la convierten en un bodrio de mala calidad y sin verdadero sentido artístico. ¡Ah, pero qué mal debemos andar entonces la humanidad entera! ¿No es acaso el porno, para más señas el porno online, lleno de fotos, videos y películas X, lo que hace que internet tenga la fama que tenga, y lo que genera más ingresos en todo ese mundillo cibernauta? Tal y como están las cosas, parece que estamos dispuestos a reconocer que nos gusta la pornografía, puede que incluso reconocer que la consumimos, pero no a confundirla con el arte. Y eso que siglos y siglos de existencia humana muestran que el sexo y la sexualidad ha sido el mayor tema de inspiración para los artistas de cualquier ámbito, antes de que un montón de prejuicios y falsos tabúes llenaran las mentes de las sociedades de la época, y que aún arrastramos.
En fin, que cuando una galería de arte se arriesga con un tema, debemos al menos concederle ese mérito y no tomárnoslo a la ligera, seamos afines a él o no. Aunque, con un toque más optimista, hay que reconocer que cada vez estos riesgos gustan más entre los que aprecian el mundo del arte y los ponen en su justa medida, incluso llegando a otra clase de público que se interesa aunque sea por la controversia.